F32.X

Quiero elegir del mapa un lugar sin nombre a dónde ir…


Si me muero quiero eso en mi epitafio. 

Ayer dije sin inmutarme 'cada segundo que pasa nos acerca más a la muerte' y me sentí bien. Quizás sea ésta maldita depresión la que ya me hace sonar como Pizarnik. Estaría bastante genial eso de hacerme famosa por mis poesías oscuras (cosa improbable porque lo único de lo que parezco ser capaz de escribir es de amor y desamor) y luego suicidarme para que la gente lamente que no siga escribiendo.

Ver mis fotos sonriente me produce sensaciones ambivalentes. 


y quizá recordarás

hoy la luna me sonríe por la mañana y así descubro lugares explícitos donde encuentro pequeñas caravanas que me cantan a voces los pensamientos que olvidas por la tarde. me buscas con las palabras encrispadas, me ofreces treguas, me esperas, te alejo, sonrío, y tus palabras, hoy más que nunca me acarician el ego: así, como cuando los días eran amarillos y yo recibía tus besos intrigada. las devoluciones persisten. hoy me miras, de lejos: yo creo que por el temor de volver a enredarte en mi perfume, ya no me miras a los ojos porque ellos te dicen cosas que no entiendes, ya no me cuentas de tus días porque tus días son noches azules, que están llenos de flores solitarias.
que extrañas mis sonrisas, dices, que en tu cabeza hay tres exposiciones en galerías de arte, que me esperan. pero la historia sigue, y te pido con palabras y en lenguaje de señas que te alejes, que me esperes y te vayas, que comprendas y así, sincera y visceralmente, me detestes. por lo que soy, por esas cosas que no soy, por mis razones siempre lejanas, acéptalo, va a ser siempre así.

fue treinta

'quisiera recibirlo con un amor blanco
como el álbum de los beatles'
(urpi orihuela – sostiene un vínculo con su cabello)

quisiera escribir doce historias
que versaran en nuestras posibilidades y esas canciones
y quisiera, también, cuando es de tarde
besarte con colores pastel y que me beses
como esa mañana que fue tarde y noche
quisiera soñar media hora en tu perfume
olvidarme de tus comparsantes partituras
¿sientes cómo cae la lluvia de a poquitos?
son mis besos que viajan a la velocidad del silencio
son mis ganas contaminadas
y asi, quisiera / que me extrañes
que me llames error, y maldigas mis horas
que enfermases
mortalmente
de compunción

XXIX

te miro y sé

cuantas veces / me has soñado todas las veces

 

y conozco, elementalmente

la matemática
de tus motivos para alejarte

la gramática de aludir

a las inopinadas cordilleras

 
entiendo, versátiles

tus besos, tus caricias y mis ansias confundidas

 
descubro, espeluznada

mis concomitancias y tus adioses

porque no hay más
dicciones / de las cuales huir
 
no hay más
habitaciones
ventanas
autos volkswagen
duchas de agua caliente

qué recordar

todo se hace parte de una historia
que deja de ser la tuya

XVIII

me has encontrado
y te he encontrado
 
y al mirarnos a los ojos
se han encendido
doce veces las quince hogueras
de un templo lejano en la india
 
me has encontrado
suspendida en milagros
esperándote mirando al este
 
y te he encontrado
falso
                pero absolutamente legal
políticamente correcto
 
me has encontrado
y te he encontrado
 
el tiempo ha continuado
(así como nosotros)

arrival

El trajín del aeropuerto es igual al de cualquier lunes. Ella lleva un suéter verde oscuro que hace juego con sus botas y lleva todo el cabello negrísimo sujeto en un moño, excepto algunos mechones rebeldes que juegan sobre sus ojos miel. Sus dedos largos sobre su bolso, en el brazo izquierdo, mientras camina, impaciente.

Todavía me acuerdo de la primera vez que vine a recogerlo del aeropuerto. Éramos todavía dos niños. Papá me trajo en el porsche azul que fue del abuelo. Y le traje chocolates que compré con mis ahorros de dos meses. Había repasado esa mañana todas sus cartas, esas en las que él me copiaba versos de Bécquer que hablaban de golondrinas y yo moría de amor de imaginar cómo se cerrarían sus ojos en el esfuerzo de leer ése libro de letras pequeñas que él tanto detestaba y yo le había regalado. Almorzamos en la casa de campo ese día, y luego nos fuimos juntos al cine. Esa ceremonia aeropuerto – almuerzo - cine, se repetiría por muchos años, hasta cuando terminamos ambos la facultad y yo ya había olvidado ese amor extraño por Gustavo Adolfo y las golondrinas y las madreselvas de un balcón que nunca tuve.

Se detiene a pasar los ojos sobre la pantalla que anuncia la llegada de los vuelos. Paris, Berlín, San José, Medellín, Madrid, Ámsterdam. Confirma la hora en su reloj y mira nuevamente la pantalla, que ahora anuncia "landed".

En la duodécima discusión que teníamos después de haber empezado a vivir juntos en Cádiz, le reclamé en un arranque de celos mezclado con ira acumulada, el hecho de que hubiera dejado de escribirme cartas. Siempre detesté sus llamadas telefónicas. Era frío, distante, eminentemente informativo. Las noticias sobre la guerra, los últimos avances en la medicina y los antibióticos me las sabía yo de memoria desde que me había mudado a vivir con el abuelo. Y él se rió, con esa risa que muchos años atrás no le escuchaba, se rió en serio, a carcajadas, moviendo la cabeza, respirando luego para calmarse mientras yo atónita, no entendía qué había dicho que fuese tan gracioso. - Ya no tenemos dieciocho, ni veinte, ni veinticinco, Magda, los romanticismos no son de ésta época.

Se acerca a la rampa de llegadas donde muchas personas con pizarras y mensajes en distintos idiomas se pelean por ponerse delante de los demás. Se para tranquila, mira nuevamente su reloj y apoyada en su pierna derecha se dispone a esperar.

A pesar de todo, hemos tenido buenos momentos. Los meses de vacaciones en la playa, todas las tardes echados en la arena, mirándonos a los ojos con calma. Las tardes de ir a pasear por las calles de esa ciudad que a pesar de tanto tiempo seguíamos sin conocer bien. Las horas y horas de recostarnos a ver las últimas películas de Norteamérica en el televisor que sus padres nos regalaron. Los días en que cocinábamos juntos su lasaña favorita, y luego la comíamos en la habitación, antes y después del amor.

Los pasajeros desfilan uno a uno, los murmullos en idiomas desconocidos a ratos la desconciertan, pero sigue sin despegar los ojos de la puerta del fondo, con el corazón que late lento en el pecho.

El día en que iba a pedir mi mano a mis padres viajamos veinte horas en auto. – Estoy aterrado– me confesó antes de besarme rápido en la frente como hacía cuando se sentía incómodo y buscaba apoyo. - Sabes que Robert te adora, y Magnolia quiere nietos con el color de tus ojos – le dije, sonriéndole. Comimos todos juntos a la mesa, como hacía mucho tiempo no hacíamos. Abracé a mi hermana, besé a mis sobrinos muchas veces y él se embriagó con el vino que trajo mi padre de su reserva para días especiales.  

La voz que anuncia las llegadas y partidas de los aviones continúa, monótona, como ruido ambiental. Ella espera impasible, serena, con los ojos impregnados de un brillo especial que parecen no haber tenido en mucho tiempo.

Tres meses después, me recibí de contadora y me ofrecieron un puesto en la Compañía de Banca y Negocios de Bruselas. Nos casaríamos en la primavera de ese año y no hacía más que vivir rodeada de revistas de novias, fotos de vestidos, retazos de telas de colores entre los que tenía que escoger los manteles, las sábanas, las cortinas para nuestra casa. Fui feliz. Diseñé los bordados para las cunas de los niños, mandé a pedir de Francia el juego de sala más hermoso que nadie nunca hubiera visto y dibujé yo misma cómo quería la organización del jardín. Era jugar a ser madre, esposa, mujer de negocios, todo al mismo tiempo.

Un niño se tropieza y cae. Ella lo mira, está muy cerca. No sabe qué hacer, simplemente lo mira, sin descuidar la puerta, confundida. Pronto se acerca la madre y lo abraza, besa y alza. El pequeño se calma y se aleja mirándola con los ojos llenos de lágrimas.

Un día, sin embargo, él desapareció. Sin más explicación, sin dejar rastro, sin decir una palabra. Simplemente juntó todas sus cosas mientras yo dormía y me dejó ahí: con mis niños, jardín y vestido de novia inexistentes. Con mi anillo de compromiso en el tocador.

Entonces lo ve. Los impecables zapatos de gamuza, la camisa siempre blanca, esos cabellos rubios que siempre están desordenados sin importar dónde esté, y esos ojos de mar que la ahogan, aún viéndolos de lejos.

Han pasado doce años. Hace dos meses supe de nuevo de él por los periódicos, que anunciaban que un médico español visitaría Francia por dos días para llevar a cabo una docena de cirugías pediátricas. Y ésta tarde tomé el metro con una sensación en el pecho que no supe explicar.

Él camina sin percatarse de que ella está a pocos metros. Da luego dos o tres pasos para mirar atrás y dirigir la mirada hacia una mujer, que pronto lo toma de la mano y se acerca para besarlo en los labios.

Ella no se inmuta. Sus ojos siguen igual de serenos. Permanece unos segundos más mirándolo, y cuando él se ha dado cuenta al fin de su presencia camina en su dirección.

 

 

 

get it right

no sirve de nada que los demás te lo recuerden o no. tus cicatrices, que te recuerdan quién eres, por dónde has caminado, los errores que has cometido, están ahí. las cicatrices que te recuerdan también que has vivido te acompañan en las tardes, cuando estás solo y el silencio te arrulla y las palabras que no dices se estancan sin melodía.
no importa demasiado cuántas veces te caigas, te enlodes, tropieces. eres tú, eso no va a cambiar. tu canción - esa que nada más tú conoces, esa que estás escribiendo - no va a irse. te van a perseguir tus sueños, porque quieren hacerse realidad para tí. te van a perseguir las ganas de volver a ser tú, la de antes, esa que miras en el espejo y no encuentras, esa cuyos ojos negros no enamoran más. y te aterra, sin embargo, darte cuenta que esa de antes es la misma que la de ahora: luminosidad oscura, vacía, con la inspiración a años luz de distancia.
todo va a pasar. vas a encontrarte pronto, y las cosas no serán como antes - las cosas no pueden volver a ser como antes - sino que serán mucho mejores. la antología de tus risas y tus llantos y tus silencios y espacios vacíos es lo que te ha hecho quien eres ahora. esa que sonríe a veces nada más con los labios, esa que ya no cree más pero sigue contestando el teléfono, esa que espera por un milagro. por una visión reveladora que le dé sentido a todo, de pronto.
esa que no olvida, pero que de pronto ya no tiene lágrimas suficientes.

estéreo

tres acordes me recuerdan a tí.
recuerdo, claro como si fuera hoy, el bajar las escaleras en silencio, con el corazón retumbando en el pecho, el abrirte la puerta a oscuras - y abrirte la puerta de mis miedos también - recuerdo sonreirte, callarte con mis besos y conducirte entre los tropiezos de siempre para luego reirnos bajito, cerrar la puerta de mi habitación y dejarte dormir conmigo, y tú dejar que yo duerma contigo y con tus ojos.
contarte los lunares y navegar en palabras que no se pronuncian. mirarnos a oscuras, a medias, con ansias.
recuerdo como si hoy fuera, que hayas conocido esos secretos que le cuento a mi almohada, que luego me durmiese con tu olor, que luego mis palabras, mis gestos, mis risas supieran a ti.

a ti y a mi, como esos tres acordes. como mis dias, como nuestras noches.
 

dieciséis

esa hoja blanca de papel me mira con dulzura
hoy no hay letras, ni palabras, ni ideas
 
cada día y cada vez, el mismo río pasa debajo del mismo puente, en el mismo camino encandilado por el mismo sol, que agobia a los mismos árboles, que pierden las mismas hojas amarillas.
cada día y cada vez, mis pupilas graban el sol que cae del mismo lado de la ventana, mi cabello en mis mejillas y el mismo sabor en los labios.
cada día y cada vez, al amanecer, canta el mismo pájaro en mi ventana, algunas veces más fuerte y otras más azul.
cada día es, sin embargo, una canción nueva. acordes diferentes, decibeles que enamoraron, decibeles que quieres olvidar.
 
sigues sin entender, pasan los días y las palabras y las canciones no se van.
será quizás, que tratas por primera vez, cada día y cada vez, de olvidar al primer amor que tienes que se hizo de palabras y canciones.
y el corazón terco sigue mirando por las ventanas, esperando que las razones regresen con las mariposas.
 
 
 

joannes

soñé contigo como antes
como antes y como ahora, porque resulta que tenías una playera rojo sangre, porque casualmente eras tú quien me buscaba (mi madre tenía razón, pensé) y porque tu aliento, tan familiar, de pronto, se me antojaba motivo para huir.
soñé contigo como antes, y caigo en cuenta de cuántos meses han pasado sin pensarte. de cuántas noches y tardes sin extrañar tus besos, tu olor, tus ojos café, tus lunares esos que me sé de memoria, tus palabras exasperantes, tus silencios, tus culpas, tus ausencias, tus excusas, tus miradas. sin extrañar esas tardes de pasarla recostada oyendo un latido rítmico en tu pecho, conversando de nuestras divergencias, dándonos besos interminables en las azoteas, encima de los árboles, detrás de las cortinas. soñé contigo como ahora porque aún en mi sueño, huía nuevamente de tus besos, disculpaba mis ausencias, explicaba mis vuelos de avión con razones insostenibles.
soñé contigo y me sorprende. la carencia de recuerdos, que las lágrimas se han ido de paseo junto con tus rosas rojas. me sorprende que nuestros (tus, mis) tulipanes me hayan hecho sonreir. sorprende recordar madrugadas de hospital para no pensarte. haber olvidado novecientos cuarenta y tres días en dos lunas.

it's not a movie trailer

no hay más que recuerdos. tus recuerdos esos que puedo hasta tocar. los recuerdos esos que anoche recorrí como un camino extraño, que escuché como una canción inentendible. no hay más que recuerdos, y me queda nada más maldecir la maravillosa perfección de mi hipocampo.
las palabras que vuelven, y los acordes de música de autos ajenos a lo lejos, que hasta duelen. lo recuerdo todo, hasta cosas que ni siquiera recuerdo haber recordado en su momento. pero eso va a detenerse, un día, un día cercano.
ya no ansío. la sensación de vacío, de tenerla de costumbre, ha desaparecido. todo se ha apaciguado. todo se ha apaciguado, sinceramente, porque ya he entendido, que las mariposas se me han volado todas, todas. que me he quedado sola, pero no sola. que habrán maneras, que no estoy vacía.
porque he entendido que mi historia sigue siendo nada más que mía. ya no espero explicaciones que nunca encontraré ni creo más necesitar.
porque he entendido que siempre puedo empezar de nuevo. que siempre puedo cantar.
no hay más que recuerdos, y tú estás lejos como siempre.
hoy, por primera vez, eso ha dejado de importarme.

día dos

el cielo es rosado y magentas son mis lágrimas, como magentas las violetas marchitas del corredor de mi habitación. mis recuerdos y mi polera, que todavía huelen como tú, me recuerdan que debo olvidar. las hojas amarillas que caen a los pies de los árboles que tanto conozco, se me acumulan debajo de los párpados así como las razones para irme, y el reflejo de las luces amarillas en el río, que me miran, parpadean, me habla con sinceridad de tu insinceridad en la que tanto creí y de la que me nacieron tantos cuentos. hoy prefiero - y lo digo sinceramente - las francas falacias de la gente común.

las piletas en las avenidas son versiones aún más siniestras de aquellas de tus cuentos. el tumulto de la gente me hace pensar en esas ciudades grandes que nunca visitaremos -al menos no juntos- y los acordes de mis canciones vuelven a tener color suficiente como para teñir mis pasos, sin remordimientos, sin aparentar.

soy yo de nuevo.
tus palabras -tus mentiras- están, hoy, a distancias kilométricas.
llévame aire del camino
hasta donde nadie me pueda encontrar

no siempre estuve sola. no siempre lo estaré. hoy se me escapan las palabras y las lágrimas. hoy me faltan las ganas para abrir los ojos y para aceptar.

lo esperé. le escribí hasta quedarme sin palabras, canté hasta quedarme sin voz. sí, él se fue, como tantos otros y como ninguno antes.

y me quedo sentada, abrazando mis piernas con los brazos. y me quedo sentada mientras lo escucho cerrar la puerta. me quedo sentada y tengo pirograbados sus ojos, sus besos, sus manos, sus palabras, sus canciones, su perfume en mi polera, sus dedos y sus labios en mi piel, su voz, su olor, sus cuentos, su risa y sus razones. y escucho las promesas que nunca me hizo. me quedo sentada y él se va. como tantos otros, se va, y como ninguno antes.

holiday

(como todos los días, ella cruzaba el río. el sol se dormía en el horizonte. y con la cabeza pegada al marco de la ventana y con el viento que hace bailar a los árboles del puente dándole en la cara, ella soñó.)

era otro mundo o era otro tiempo. a su alrededor, blancos, negros, plateados, rosa, violetas o azul eléctrico, los audífonos, sin excepción, volcaban en los oídos de todos esas notas que nacían de inopinados pentagramas, como si fuese sangre corriendo por las arterias de cada quien. se sorprendió de descubrir, además, que nadie hablaba. caminaba, cada cual a su ritmo, en diferentes compases, como si fuera uno a uno en una dimensión diferente.

en la calle en la que estaba nadie parecía darse cuenta de lo que sucedía alrededor. y ella, sin saber qué hacer, se sentó a observar. iban caminando, unos apurados, unos sonrientes, algunos lloraban y otros ensayaban algún baile tímido mientras avanzaban. tanta autenticidad era maravillosa, pero contrariaba.

entonces los vio.

era como si sus miradas se hubieran tropezado, como si estuvieran solos en todo el universo, como si hubieran estado esperando mucho por ése momento. se detuvo, primero él. se acercó y la miró de cerca, a los ojos. ella tenía las pupilas negras brillantes, y las pestañas grandes, encantadoras. le regaló una sonrisa tímida y azul.

él se quitó los audífonos y, junto con el reproductor, se los entregó, ansioso. ella hizo lo mismo. escucharon, entonces, la música uno del otro. se dirigieron miradas sorprendidas, brillantes, moradas. y con una inexplicable certeza y alegría, se tomaron de la mano y se fueron caminando en otra dirección, juntos.

vámonos

anda, camina. sonríe. cuenta las estrellas en las noches estrelladas, imagínalas si no las ves. da pasos cortos, no te canses. amárrate las zapatillas. canta. canta bajito. canta fuerte. ríete. abraza. abraza mucho. péinate bonito. sonríete en el espejo, no hay dos como tú, no hay dos.

atrévete, intenta, arriesga. hay poco que perder y siempre mucho para ganar. solo hay un pasaje de ida. imagina cosas. imagina cosas hermosas.


imagina cosas hermosas y luego hazlas suceder.

cambia . cambia tu alrededor, cambia tú. baila. sola. acompañada. con los ojos cerrados, con los ojos abiertos. mira a tu alrededor cuando vas en el bus. sonríele a los niños pequeños, sonríele a las pestañas plateadas de las señoras. ponte tu propio soundtrack. juega a las escondidas con el viento, con las hojitas de los árboles. piensa, sueña. sueña pensando. piensa en tus sueños, recógelos, arrúgalos, hazlos tangibles.

ama. una vida así vale la pena.

oh, soledad

de pronto algo de luminosidad.
un parpadeo. dos.
ella mira el reloj y se mira las manos.
suspira y luego se ríe.

una certeza ha llegado.



había un cuento de una chica que tenía dulces las pestañas. que se tropezaba, estornudaba, lloraba, sonreía, a veces. que tenía la voz violeta, y que compartía cosas sólo con su almohada: palabras, suspiros, lágrimas. esperaba. esperaba milagros. cantaba: canciones con notas amarillas a veces o azules. escribía, bailaba, pintaba. el sol la cegaba y le hacía cosquillas, y ella caminaba debajo de él, a veces, y a veces a un costado del camino, entre los árboles, encima de las nubes. el tiempo baila en otro compás. ella va a su ritmo: descubriendo y descubriéndose, disfrutándolo.

ésta es la historia controversial de la chica de polera magenta y audífonos que se fue camino al noreste buscando las mariposas. una historia que tiene acordes de guitarra como soundtrack, siempre.

today

es simple el estado de negación. estar aquí, atrapada, como en un mal sueño. como en un cuento de sallinger del que no vas a salir, nunca, aunque no mates a nadie, aunque no mueras, y tengas nada más que conformarte con ser un personaje de cuarta, de quinta, la chica que casualmente paseaba al perro de su vecina dos cuadras más allá mientras los personajes principales se daban el beso de sus vidas, o se disparaban en la sien, da igual.

estar aquí es algo que es más difícil cada vez. y no es sólo por mi ubicación en coordenadas geográficas. implica tantas cosas para las que, poco a poco, me he quedado sin ganas. comer, leer, dormir, viajar en bus, escuchar una y otra vez la misma canción. marearme de ir en una especie de carrusel demoníaco, tener muchas náuseas y hasta disfrutarlo. decir he ganado.

no voy a llorar porque ya conozco bien éste sentimiento. éste vacío. y no estoy dispuesta.

i walk away.

lepidópteras

un miércoles de abril ella se tropezó. y se tropezaron ambos en realidad. pero resultó que la narradora se confundió, porque no fue un miércoles sino un martes que en realidad fue domingo o lunes.

la canción se había ido lejos (casi tan lejos como setenta y tres pasos) y ella estaba un poco triste y un poco confundida y un poco sola. y se le había ensuciado el vestido con una nostalgia azul, con un beso soñado (no por ella), con más canciones, y más palabras bonitas; y por eso igual cantaba, bailaba, tarareaba, sonreía, presa de un sentimiento que nada más ella podría comprender (quizás eso sea mentira, si lo consideramos a él).

el asunto es, que estando así, salió a caminar y se tropezó. no fue intencional, claro está. pero entonces, como si nada, del cemento empezaron a nacer, primero violetas y azules, pequeñas mariposas, y luego otras fucsia más grandes, y otras celestes y naranjas. las blancas eran las más veloces. era una especie de acontecimiento divino. ella en el suelo y las mariposas por todas partes. se rió entonces. mucho, y recordó a la canción y lo recordó a él, que seguía lejos.

- hay tropiezos buenos – pensó. y fue feliz.

isabelle

hoy te vi suspirar
y cuatrocientas mariposas naranja
alzaron vuelo desde tus pestañas
mientras las golondrinas en mi cerebro fenecieron extasiadas

me miraste y sonreíste
y el negro de tus ojos
me ha teñido hasta el último resquicio intersticial

hoy te vi suspirar y comprendí
el movimiento de los astros
el ritmo de las mareas
la sucesión de las estaciones; y pretendí

escribir una canción que te alcanzase
perfecta, cadenciosa, perfumada como tú
violeta como tus miradas
rosa como tus labios
indescriptible, del color de mis intenciones

XVII

eres como esas flores
marchitas en los jarrones / de mansiones virreinales
como calles intransitables y tumultuosas
como espacios inhabitables

eres
dos ocho veinticuatro
el tic tac de un reloj – suizo – que me canta en escocés
el olor de una botella de licor enrevesado

eres siempre y entonces
cuaternaria, patrimonial
suspicaz hasta en ésos momentos
en los que olvidamos aquellas cosas

has sido princesa
acuchillando las horas,
vagabunda, sorprendida en flagrante delito
de incipientes amores
de besos ilegales

eres yo
soy tú

XXVI

dime doce veces
cuántas veces
la lluvia te ha inundado las ideas
remojándote las ganas

cuéntame despacio,
de todas las veces
en que me esperas en silencio
y me sigues diez pasos, catorce, veinticinco

las marionetas inspiradas
invisibles a tus manos,
cuadruplican sus excesos
los martes al anochecer;
y se percatan
de tus lágrimas

y de mis manchas de rímel en tus camisas

XXV

supongo que no creerás
si digo que hoy
te compraré mentiras
con los ochenta centavos de mi pasaje de autobús

y sospecharé, entretanto
que irás cantando
canciones, nuestras

cuando las piedras que voy pateando
me responden enfadadas
que me amas sin temperaturas

que hubieron dos y tres como nosotros
que murieron ahogados
en las propias tintas de sus testamentos

XXIV

el amor es

una taquicardia paroxística supraventricular



es, por ejemplo
doce días de esperar
cuarenta y cinco gigabytes
de aromas de flores inexistentes

y es también
un botón, un arete, un cabello

la textura de las palabras
que no se pueden tocar
y el color de las nubes para los ciegos


es una cuadra de margaritas
un metro cuadrado de ansias de color verde

lunes

habían dos veces, ella y él. se escondían en las mañanas soleadas de las noches de marzo, y jugaban a ser y no ser lo que eran. a saltar con paracaídas sobre pentagramas infinitos, a inventarse otras vidas en otros espacios. un día, de esos días - que son ésos y no aquellos – ella tuvo un sueño extraño y despertó con la sorpresa de que le había nacido una canción. se la pasó por horas y horas intentando atraparla, así como a las mariposas, con una redecilla, pero era una canción tan traviesa (espontánea, dicen) que tuvieron que pasar catorce años y dieciocho días para que se cansara y accediese a sentarse con ella. y, cuando, al fin, se vieron a los ojos, ella le pidió que le contara cosas que pudiera poner en un poema para regalárselo a él. la canción se rió estrepitosamente (así son las risas de las canciones) y accedió, a medias tintas. - te dictaré pero tienes que escribir con la mano izquierda - fue su condición. entonces nació una poesía sobre un río que ella cruza todos los días, de ida y de vuelta; una poesía que hablaba también de los caminos, y de los árboles de los caminos, que le susurran cosas cuando da pasos lentos a las tres de la tarde. y escribió sobre las horas, las nubes y el viento, que le acaricia con tristeza porque él está lejos. y la poesía se convirtió en miles, en millones de poesías, que ella luego diría que venían de un lugar indefinido, pero que más tarde entendería que eran cosas que la canción le dictaba para él, para él aún desde antes de haberlo conocido.

bárbara

no sé si se haya preguntado por mis miradas y mi media sonrisa. sólo se que esos ojos grandes soñadores, esos lentecitos con pedrería de fantasía y esas pestañas - de las que estoy segura, no han recibido todavía lágrimas de amores - eran, todos juntos, encantadores. sólo sé que el verla, tan ensimismada, como enamorada, perdida en sus pensamientos cuando miraba por la ventana; fue un descubrimiento que se hace sólo los días de las tardes calurosas. tan bonita, con esa felicidad tan simple y tan sincera de la primera década de la vida.

la envidié.

el viernes primero

para mañana sabré qué piensas. ella te verá y seremos felices todos, los cuatro. para mañana estarás, desde algún punto de vista, más cerca. te escucharé hablar cuando ella vuelva y me cuente llorando (sé que llorará) las cosas que digas, y me dirá detalles, de cómo te ves, sin los piercing, con el cabello largo. para mañana, y se me hace un mundo, voy a acordarme de los casi cien días que llevo sin verte, sin oírte, sin textearte, sin renegar de tí o contigo, sin reclamarte cosas, sin reírnos como cuando de casualidad nos vestimos del mismo color. yo no sé que estés pensando. si imagines cuánto te estoy pensando, yo no sé. sólo se que extrañarte cada día es más difícil y más fácil, que ella a veces lo hace más difícil, que mis esperanzas me dicen cosas que no entiendo. que eres esa parte de mí que me falta, mi parte tecnológica, mi parte hiphopera, la conexión más cercana que he tenido nunca a un cigarro (hasta hace poco) (ya he de contarte). mi parte desordenada, mi parte musical, mi parte electrónica. el 33% que compartimos que se me hace más evidente que nunca. nuestras visiones de la familia y del amor, similares y disímiles. nuestra visión de él, que se ha hecho mi amigo aunque no lo creas, que me aconseja de mis amores y de la vida. él, que una vez que se fue, te hizo más falta a tí que a mí. santiago me pregunta si estarás en navidad, y me hace llorar. cuánto te quiero, cómo te extraño.

lucía II

necesito una blusa negra, como él no hubiera querido. silvia debe tener alguna. la vida de pronto se me hace graciosa, irónica como dice alanis morissette. te amo, me dijo, nos casaremos un día. su anillo sigue donde siempre, temerosa yo de extraviarlo. eres linda como la primavera, me dijo, quiero que mis hijos tengan el color de tus ojos, el sonido de tu voz. mi voz que ya no me suena igual, mis ojos que dejaron de tener color. hace frío, pero no me inmuto. tantos meses durmiendo en el frío del hospital no han pasado en vano. cántame, me dijo, esas canciones que les cantabas a tus niños del parvulario. y mi madre me decía que ése ingeniero sería un maravilloso marido. que debería sentirme halagada. ella era la que acomodaba sus flores en potecitos de colores. yo sólo lo miraba, sonreía, escuchaba. reacia al principio, sorprendida después, enamorada finalmente. así como hoy, sí, que sigo enamorada de él. de él, que ya no está, y no estará.

lucía

me siento y la veo. mira por la ventana. sus ojos café nostalgia, que se inundan. y las lágrimas que caen, casi musicales, una tras de otra, preciosas como bailarinas de ballet. respira acompasada. nadie se percata, nadie quiere hacerlo. y de pronto me doy cuenta de que estoy respirando a su ritmo, que quisiera acercarme y abrazarla, decirle que todo va a estar bien. me mira. todo se detiene un minuto, y sé que mis ojos no han dicho mucho.