día dos

el cielo es rosado y magentas son mis lágrimas, como magentas las violetas marchitas del corredor de mi habitación. mis recuerdos y mi polera, que todavía huelen como tú, me recuerdan que debo olvidar. las hojas amarillas que caen a los pies de los árboles que tanto conozco, se me acumulan debajo de los párpados así como las razones para irme, y el reflejo de las luces amarillas en el río, que me miran, parpadean, me habla con sinceridad de tu insinceridad en la que tanto creí y de la que me nacieron tantos cuentos. hoy prefiero - y lo digo sinceramente - las francas falacias de la gente común.

las piletas en las avenidas son versiones aún más siniestras de aquellas de tus cuentos. el tumulto de la gente me hace pensar en esas ciudades grandes que nunca visitaremos -al menos no juntos- y los acordes de mis canciones vuelven a tener color suficiente como para teñir mis pasos, sin remordimientos, sin aparentar.

soy yo de nuevo.
tus palabras -tus mentiras- están, hoy, a distancias kilométricas.

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