mis inquilinos

el inspector esperaba a la pequeña tortuga. la tortuga tenia un lazito celeste, sueños e ideas absurdas en la cabeza. la tortuga daba un paso tras otro, despacito. el inspector estaba harto de que la pequeña tortuga anduviera siempre cambiando de rumbo, tomando caminos equivocados y no tanto. pero la tortuga no pensaba en eso; es más, ella no pensaba. las ideas brotaban como burbujas. y estallaban cuando se daban contra la realidad. todas estallaban y brillaban por un segundo antes de desaparecer para siempre. es así como es la vida, decía el inspector, siempre ansioso, siempre mirando el reloj, siempre haciendo sinapsis.
la tortuga camina cada día un poco más. la tortuga no sabe todavía sí está en lo correcto. la pequeña tortuga se esconde en su caparazón siempre que siente que algo malo está por venir. y luego saca la cabecita, tímida, verde, con piel de tortuga. es así como son las tortugas, decía el inspector, mirando el reloj, siempre ansioso.
la tortuga a veces canta. y las notas de su canción se extienden a través de mí, me atraviesan como un escalofrío y terminan formando un río. un río que está compuesto de perlitas transparentes saladas, que hacen arder las heridas. no me gusta cuando la tortuga canta. aunque a veces sí, y le pido que cante. a veces cuando canta me arrulla, o a veces me asusta.
el inspector siempre es el mismo, no cambia, no canta, siempre está diciéndole a la tortuga qué es lo que hay que hacer, siempre ansioso, siempre mirando el reloj.
pero el inspector, aunque se cree tan inteligente, no sabe que la tortuga esta ciega y está sorda. que es por esa razón por la que erra los caminos. que es por esa razón por la que jamás sigue sus consejos.

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