the birds will sing

tengo cuatro cavidades en el hemitórax izquierdo que esperan. esperan esperando resoluciones, propias y ajenas, de mentiras ajenas. en viernes me decido a abrir los ojos y empaparme en esas ilusas renovaciones de esperanzas verdes. o naranjas, como se ponen cuando me río, a pesar de darme cuenta de que no puedo reírme todavía. tengo una almohada que me conoce mejor que nadie, que recibe mis lágrimas y mis palabras y que se calla, dejándome aire suficiente para pensar, aún cuando consulto cosas con ella. y somos amigas, y me cuenta historias increíbles el segundo día miércoles de cada mes.

no entiendo la relación que puedan llegar a tener esos versos que no escribo a la mala, pero que escribo porque quiero, con todas esas palabras, abrazos, miradas, promesas rotas, besos, traiciones, almuerzos, comidas, desayunos, paseos y suspiros que han durado un poco más o un poco menos de novecientos cuarenta días – con sus noches - y que se acaban de pronto, como quien encuentra una carretera sin terminar. entonces es cuando esas piedras sin asfalto se ríen de mí y me hacen ver cuántos errores comete uno en nombre de esa estúpida, inentendible, o quizás inexistente ansia llamada amor.

ya no es, por lo tanto, gran ejercicio gramatical el decir que has de ser feliz porque amaste, y al amante sólo le basta amar. discrepo. y me río de mis discrepancias que en realidad a nadie le interesan, porque la vida continúa, en éste y en todos los idiomas y porque, tarde o temprano, llega un día en que te duermes con la felicidad asomando tímida, pensando en alguna otra cosa, con una canción en la cabeza.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario